18 mar 2012

El ocaso de un imperio

Año 354 d.C.
Sentado en el trono imperial Constancio II.

Alchys cogió otra de las muchas amapolas que cubrían el prado a las afueras de Verdon. La miró y dejó escapar un suspiro mientras la tiraba al suelo. Le faltaba un pétalo… Se arrodilló y buscó entre tantas flores las que estuviesen en mejor estado, las que tuviesen el bermellón mas intenso de entre todas las demás… buscaba entre las flores la perfección de la que carecía ella.

-          ¿Cómo se supone que debería actuar…? -Preguntó a un ababol recién arrancado mientras lo depositaba con cuidado en el interior de la cesta de mimbre. Mil pensamientos cruzaron su mente en décimas de segundo. Todos distintos, cada uno sobre una persona diferente, viva o muerta, sobre lugares dispares y sobre futuros inciertos- Es difícil tomar una decisión, sobre todo cuando sabes que no vas a poder dar marcha atrás… que puedes perder mucho y no ganar nada… - Hablaba consigo misma, costumbre que tenía desde pequeña y que no conseguía corregir, aunque trataba de evitarlo delante de más gente. Pensar en voz alta le ayudaba a poner en orden los torbellinos de ideas y posibilidades que a veces aparecían sin permiso en su cabeza. Arrancó otra amapola y se puso a hablar con ella, como si le hubiese hecho una pregunta muda- Claro… es muy fácil decir que me marcho, pero hacerlo es otro cantar ¿De dónde sacaría el dinero?- Esperó unos segundos, sin apartar la vista de la flor- No… no quiero hacerlo… pero tampoco quiero resignarme a este futuro para el que se supone que me llevan educando varios años.


Recordó lo ocurrido con Wamba, el Godo, en el río un par de días atrás y arrojó la flor al interior de la cesta de malas maneras, sonrojada hasta la raíz del cabello y negando suavemente con la cabeza mientras cogía una nueva y la alzaba ante su rostro.

-          ¿Tú opinas lo mismo que ella? ¿Crees que se me daría bien?... Pues yo no. -La dejó junto a la anterior y se tumbó de cara al cielo. Era medio día. Una leve y amarga risa escapó de entre sus labios mientras continuaba con sus cavilaciones- Y yo aquí hablando con las flores. Si alguien me viese me encerrarían por loca… -Se quedó pensativa un momento y la sombra de una falsa sonrisa cruzó su rostro- Bueno… es otro posible futuro…- Dejó escapar un suspiro y se tumbó de lado, acurrucada.

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Hacía mucho calor… demasiado calor... incluso para ser verano. Y tenía sueño. ¿Por qué se empeñaban en no dejarla dormir?

Achlys se frotó los ojos con una mano diminuta, aun sin abrirlos. Dejó escapar un suave “mh…” y bostezó agarrándose a las sábanas de su cama. Olía raro, de una manera que no le gustaba. Arrugó la nariz y se cubrió la cabeza intentando caer de nuevo en el colorido mundo que aparecía en sus sueños. “Todavía es de noche seguro. Quiero seguir durmiendo…” pensó encogiéndose un poco más. Pero pasaron un par de minutos, y los ruidos y las voces no paraban. Alguien entró corriendo en su pequeña habitación, atravesando el arco blanco que daba al ancho pasillo.

-          ¡Achlys!- Esa persona tosía y hablaba con voz ronca.- Despierta pequeña… -Dijo el hombre mientras apartaba las sábanas con rapidez. Finalmente la niña de siete años abrió los ojos, con pereza.
-          ¿Qué pasa Soterios? ¿Qué haces aquí?- Preguntó quejándose, adormilada, mientras se dejaba coger en brazos y se enganchaba al cuello de su vecino. No lo enfocaba con claridad pero había reconocido su voz- Todavía es pronto…

El calor aumentaba. Salieron de la habitación cogiendo solamente de los pies de la cama la ropa que la niña había llevado ese día y las sandalias del suelo. Soterios no respondió. Corría por la casa cargando a la pequeña y tapándole la cabeza con una manta húmeda que a saber de donde había sacado. Ella se frotaba los ojos bajo el trapo y no dejaba de formular preguntas: que porqué tenía esa cosa mojada encima, que dónde estaban sus padres, qué era ese calor… pero Soterios no respondía, corría por la casa tosiendo de vez en cuando entre jadeos, y finalmente, al cabo de unos segundos, se escucharon más voces:

-          ¡Por aquí, por aquí! ¿La has encontrado? ¿Está bien?
-          Si, si… ¿Y vosotros? ¿Están sus p… -El tono del hombre se hizo mas grave y cortó de golpe la pregunta, como si hubiese estado a punto de decir algo que no debía- …Están bien? -Achlys no pudo reconocer en medio de tanta confusión las demás voces, pero tampoco prestaba demasiada atención a la conversación, perdida en sus propios pensamientos. Se hizo un silencio incómodo.
-          ¿Mamá?... ¿Papá? -La pequeña comenzó a asustarse e intentó quitarse la manta de encima mientras su vecino, sin detenerse, se esforzaba porque no lo consiguiese.

Por fin dejaron de correr y una leve brisa indicó a la niña que estaban junto a una ventana. Las toses se mezclaron con un inusual bullicio que provenía del exterior. Soterios entregó el bulto a alguien que había al otro lado, junto con la ropa y las sandalias.

-          Encargaos de ella… metedla en vuestra casa y… -Bajó la voz, de manera que Achlys no pudo escuchar lo que decían- No le digáis nada. Nosotros vamos a buscarlos por última vez.
-          Ha pasado demasiado tiempo… ¿Crees que…? -Calló de pronto y el desconocido se limitó a asentir con la cabeza- Suerte. –Añadió antes de dar media vuelta y alejarse de ese foco de calor en el que se había convertido  la casa de la niña. Ésta lloriqueaba y se movía de vez en cuando, intentando bajarse, sin dejar de preguntar por sus padres.

A medida que avanzaban con paso rápido, los murmullos se alzaban a su alrededor. Por lo visto había mucha gente congregada en la calle, pero Achlys no lograba entender el motivo de ello. Era de noche. ¿Porqué no estaban durmiendo? ¿Dónde estaban sus padres? Una puerta se cerró y el ruido quedó amortiguado.

-          ¿Qué ha ocurrido al final? -La pregunta dejó paso a una exclamación de sorpresa- ¿Es la niña? ¿Está b…? -Un gesto del hombre hizo que la mujer que acababa de llegar se callase.

Finalmente quitaron la manta de encima a Achlys, y la niña, con el pelo mojado y la piel húmeda, aprovechó ese momento para ponerse a gritar como una loca y a debatirse con las fuerzas con las que no lo había hecho antes. Tenía los ojos cerrados, unas repentinas lágrimas resbalaban por sus mejillas, y con sus manitas cerradas en puños golpeaba, sin mucho efecto, el pecho del hombre que la llevaba ahora.

-          ¡Suéltame! ¡Déjame ir o vendrá mi padre a buscarme! -Gritaba mientras intentaba patalear también. Unas nuevas manos la sostuvieron por detrás y la separaron del hombre- ¡AAAAAH! -Chilló con su aguda e infantil voz.
-          ¡Shhhh!...  Achlys… ¡Achlys! -Sacudió a la niña un segundo antes de cogerla bien en brazos- Soy yo, Nicea ¡Abre los ojos y mírame! -Instaba la mujer a la pequeña.

Efectivamente, cuando la niña abrió los ojos se encontró con la mirada caoba y cansada de la mejor amiga de su madre. Parecía preocupada, pero una sonrisa adornaba su rostro. Achlys se abrazó a su cuello y miró hacia atrás. Allí estaba el marido de Nicea, él era quien la había llevado hasta allí.

-          ¿Dónde están mis padres…? -Preguntó con voz temblorosa mientras volvía de nuevo su mirada hacia la mujer. Ella miró a su marido y apretó los labios levemente sin cambiar el gesto.
-          No ocurre nada, pequeña… Esto es una sorpresa que hemos preparado. ¡Es un juego! -Comenzó a andar hacia una de las habitaciones, recriminándose mentalmente por lo fuera de lugar que estaba la mentira que iba a pronunciar. Pero era tan pequeña…- Tu cumpleaños es dentro de poco, ¿no?
-          Fue la semana pasada. -Respondió Achlys con voz segura- Me regalaron esas sandalias. -Señaló con el dedito al marido de la mujer, que cargaba con sus cosas detrás de ellas.
-          Oh… -Nicea no sabía que decir ahora- Bueno… no importa. Ahora descansa. Mañana por la mañana vendrán tus padres a buscarte -Dijo mientras la acostaba en una cama enorme y le daba un beso en la frente- Intenta dormir, vendremos en un rato, ¿vale?

Acarició con ternura la mejilla de la niña, tratando de mantener en sus labios una sonrisa serena, y salió de la habitación seguida de su marido, que cerró la puerta a sus espaldas. Todavía se escuchaba mucho ruido en la calle. Achlys se llevó la mano a la frente y frotó con suavidad el sitio donde Nicea le había dado el beso de buenas noches. Dio un par de vueltas entre esas sábanas extrañas. No iba a poder dormir ahora que la habían despertado por completo… Con cuidado, tratando de hacer el menor ruido posible, se levantó de la cama y abrió la puerta de la habitación. Conocía la casa de haber estado más veces con su madre. Escuchó el conjunto de varios pares de voces que venían de la cocina, acompañadas por el ruido de objetos, como si estuviesen recogiendo de manera apresurada. Parecían preocupadas y de vez en cuando se escuchaba algún llanto que era consolado casi al momento. Las ignoró por completo y continuó su camino en dirección a la puerta principal. La abrió, y sin que nadie reparase en ella, salió de la casa.

Miró a su alrededor. La gente corría, algunos llevaban niños de la mano o en brazos, y todos tenían en el rostro la misma congoja. Era caótico. Cuando por fin pudo situarse en la oscuridad tomó una de las calles y comenzó a caminar en dirección a su casa. Cada vez el fluir de personas era más denso, pero ella se colaba con facilidad entre las piernas de todos, no sin provocar algún que otro tropiezo. Tuvo que parar a orientarse un par de veces pero finalmente consiguió llegar hasta donde teóricamente estaba su casa, y conforme se acercaba, el calor parecía aumentar. A gatas avanzó hasta la primera línea de gente que se amontonaba alrededor de ella, sin entender porqué, y cuando alzó la mirada, en vez de vez de ante su casa sintió estar frente a las mismísimas puertas en llamas del infierno. Un grito desgarrador escapó de su garganta.

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Los ojos de Achlys se abrieron bruscamente. No se había movido durante el sueño, pero entre sus manos agarraba con fuerza la plisada tela de su blanca túnica. Tenía los ojos húmedos, los labios entreabiertos, y dejó escapar el aire que había contenido desde a saber cuando. Con un suspiro casi moribundo y exagerada lentitud se giró en el suelo y quedó de nuevo de cara al cielo. Extendió los brazos sobre el campo de amapolas, dejándolos en cruz, cerró los ojos de nuevo y arrancó una flor con la que se acarició el rostro.

-          Hacía tiempo que no soñaba con ello. -Comentó como si alguien la estuviese escuchando. Fijó su mirada en un pétalo de la flor y lo arrancó con la mano libre. Había tomado una decisión. Quería a Apio Mario, había sido como un padre para ella y para sus “hermanos”, niños huérfanos que había ido recogiendo por todo el imperio y a los que había criado su mujer en ese pequeño pueblo- No quiero convertirme en una más de sus prostitutas… -Dijo con voz suave mientras se incorporaba y tiraba la imperfecta flor al interior de la cesta.

Tenía que volver. Marcia, la mujer de Apio, ya estaría preguntándose donde se habría metido. “Voy a Marcharme.” Decidió mientras cruzaba el campo de flores, en dirección a su casa.


4 comentarios:

  1. Cuando leí la primera parte (hasta el sueño), no me esperaba para nada una historia así. Me ha gustado, me ha gustado mucho, de alguna forma has conseguido crear cierta tensión a pesar de que el lector (en este caso, yo mismo) ya sabe -o se imagina- que de alguna forma eso no está ocurriendo en el presente de la historia. Y eso es difícil.

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  2. Era lo que pretendía en parte al escribirlo (hace unos 2 años), pero no tenía una segunda opinión que me confirmase si lo había logrado. ¡Me alegra un montón leer que al menos a ti si te ha sumergido hasta ese punto! =D

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  3. Buen trabajo, Aralay. No recordaba este relato.

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  4. La historia de personaje para tu partida. Me alegré muchísimo al encontrarla después de tanto tiempo!!

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